En la
comarca, una
primavera calurosa se convirtió en un
verano exagerado.
El tipo miraba cómo el dragoncito yacía exhausto, jadeante, refugiándose en los lugares más
frescos del jardín; pero en sus cercanías, las plantas se achicharraban por el calor que emanaba.
De tanto en tanto, el tipo le echaba
agua con una gran regadera, y el agua se evaporaba con un siseo burlón.
El lúcido carbonero apareció bajo la sombra de las plantas y miró con simpatía al dragoncito.
- Por diferentes motivos, el calor es mal negocio para nosotros dos- reflexionó.
Mientras acompañaba al tipo, que iba a recargar la regadera, se sacó la gorra y se rascó la cabeza, preocupado.
- Honorable anciano, debemos hacer algo por él, si no...
- Pensé llevarlo al río. Pero calentaría tanto el agua que
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nadie podría bañarse... y al final, lo cazarían. No. ¿Qué hacer?
- Tomemos algo fresco y pensemos un poco- propuso el lúcido carbonero.
El tipo fue hasta su antigua heladera de campo (una caja de gruesa madera, revestida interiormente con zinc, con barras de hielo en su interior) y sacó un balde con helado de crema y frutas; sirvió dos escudillas y las regó con dulce licor de guindas.
El lúcido carbonero comía lentamente, pensaba, con los ojos clavados en la heladera. Y el tipo paladeaba cada cucharada de helado, paseándolo por toda la boca.
- Honorable anciano: ¿cómo funciona la heladera?
- Con
hielo- sonrió el tipo- Ya lo pensé: meter adentro al dragoncito; pero no se puede, la heladera tiene que estar cerrada herméticamente para que no se derrita el hielo, y
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entonces se asfixiaría, el pobre...
- Sí, pero ¿dónde hay mucho hielo?, ¿tanto que no se derrita rápidamente?
- En una cámara frigorífica, en una fábrica de hielo, en... en el...
- ¡En el Polo! ¡Sí!- el carbonero saltó de su asiento, tenía los ojos encendidos como brasas en la obscuridad.
- En el Polo ¡Claro! ¡Ja ja ja ja!- al tipo se le arqueaban los bigotes de alegría-. ¡En el Polo!
- ¡Llevémoslo al
Polo Norte!-exclamaron ambos- Y volveremos a buscarlo en el invierno; o antes, si llega el frío...
Y terminaron
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el helado, felices y apurados, y llevaron al dragoncito al Polo Norte.
Los
innuits (no les agrada que les digan esquimales) lo recibieron con alegría. Construyeron sus iglús alrededor del de él y los comunicaron con su centro como los rayos de una rueda. Así tuvieron calefacción, a cambio de reconstruir frecuentemente el iglú del
dragoncito cuando se derretía. Pronto fueron conocidos como
la Tribu del Dragón, y su emblema fue una
rueda con una
llama en el centro.
- Adiós, amigo dragoncito- se despidieron el anciano y el carbonero-. Te extrañaremos. Pensaremos en ti hasta tu regreso.
Y partieron de vuelta hacia el calor de la comarca.
Aquella temporada,
las aguas de los océanos subieron de nivel, por el derretimiento de los hielos.